La historia de Robert Redford: sus triunfos y logros en el cine. En una célebre plática con Esquire, el legendario actor habla sobre toda su trayectoria.
A continuación podrás leer la historia de Robert Redford en sus propias palabras. Una entrevista reveladora, interesante y legendaria.
Con más de 60 años de trayectoria en el mundo del cine y teatro Robert Redford ha sorprendido al mundo con grandes papeles y enormes proyectos como el Sundance Film Festival.
A través del tiempo el actor, productor y director ha llegado más lejos de los que esperaban aquellos que lo veían sólo como «una cara bonita».
Relacionado: «El paso de Redford en el FICM»
ROBERT REDFORD: SUS TRIUNFOS Y LOGROS
La guerra se terminó, ganaron los buenos y Los Ángeles no es tanto una ciudad como un conglomerado de poblaciones desperdigadas.
No hay televisión, sólo proyectan películas en el cine Aero, el béisbol se juega en la calle y el mar está a un paso.
Su vecindario es de clase trabajadora, abundan los mexicanos y todo el mundo trata de arreglárselas como puede. Un buen lugar para ser un niño.
El niño espera en la esquina a las seis de la mañana, medio dormido, cuando el camión repartidor arroja el paquete con los ejemplares del periódico del día.
Los dobla uno a uno, los mete en la canasta de su bicicleta y sale de prisa. Odia levantarse temprano, pero a esas horas nadie le indica a qué velocidad debe ir por las calles. Necesita correr.
Es inteligente. No es buen estudiante, pero es inquieto. Piensa en las consignas de la guerra y en su tío -el hermano menor de su padre- que murió en Alemania.
Sabe que «no se trata de ganar o perder, sino de la estrategia del juego». Tonterías, dice. Cada miércoles va por un libro a la biblioteca. Así es como se enamora de la mitología griega y rompe una ventana hacia el mundo.
Incluso entonces -antes de que el negocio inmobiliario inunde los espacios verdes y convierta las carreteras de dos carriles en autopistas; antes de que los mexicanos y anglosajones comiencen a matarse unos a otros; previo a que aprenda a amar a las mujeres y a entender la poesía Beat y el jazz; mucho antes de que se dedique a pintar o tome la actuación en serio-, ya evita la escuela y prefiere la playa, se imagina el día en el que por fin se subirá a un coche y pisará a fondo el acelerador.
Voy a salir de este lugar. Conduciré hasta las montañas, al desierto, voy a ir tan lejos y tan rápido como pueda.
«Así que tomé la carretera y me largué», dice Robert Redford con una sonrisa en la cara. «¿Qué más quieres saber de mí?»
Relacionado: «Scott Eastwood, el hombre que continúa con la leyenda»
LA BENDICIÓN DE UN HOMBRE ES TAMBIÉN UNA MALDICIÓN
Basta mirar el rostro de Robert Redford: en Barefoot in the Park (1967) era una llamarada de perfección física incluso junto a una Jane Fonda de piernas perfectas y energía sexual imponente, pero incluso ahora, con más de 80 años y endurecido por el viento y el sol, es todavía un hombre muy atractivo, desde su rubia melena y sus sorprendentes ojos azules hasta su media sonrisa de estafador y su mandíbula cuadrada.
Aquel coche lo llevó lejos; la promesa de una beca deportiva lo llevó a la Universidad de Colorado; la pintura lo llevó a París e Italia; la interpretación a Nueva York, donde se inscribió en la Academia Americana de Arte Dramático y comenzó a trabajar en Broadway y en la televisión.
Pero fue esa cara, ese rostro, lo que lo llevó a ser un ídolo del público… pero también lo convirtió en rehén. «Esa constante referencia hacia mi aspecto me volvió loco, como si estuviera encerrado en una jaula.
«Siempre peleas contra eso, dices: No, yo soy actor. Me metí en esto por lo que significaba el oficio de actuar. Comencé a interpretar a un montón de personajes en televisión, papeles divertidos, locos».
«Así fui desarrollando mi habilidad y me proporcionaba cierto orgullo ver cómo era capaz de meterme en un personaje y convencerme de él. Pero, en lugar de eso, sólo escuchaba hablar de mi pelo rubio. Era triste«.
Creo que mucha gente piensa que mi carrera comenzó con Butch Cassidy.
Cuando se estrenó Butch Cassidy and the Sundance Kid en 1969, Redford ya era una estrella en ciernes. Había rechazado 10 mil dólares a la semana por protagonizar una serie para la televisión y estaba produciendo su propia película, Downhill Racer, que esperaba que fuera la primera de una trilogía de filmes sobre ganar y perder en Estados Unidos.
Hacía tiempo que había pagado cerca de 500 dólares por un terreno de casi una hectárea en Utah, a las faldas del imponente Monte Timpanogos, e iba añadiendo un poco más cada vez que cobraba. Le gustaba estudiar la historia de los indígenas americanos y otros temas ambientalistas.
También llevaba una década casado con una chica de Utah, había soportado la pérdida de su primer hijo con sólo dos meses de edad (en 1959) y tenía otros tres hijos más. Era un simple actor que trabajaba duro y que no se sentía deslumbrado por su lugar de nacimiento.
Hollywood no era el lugar de ensueño que quería alcanzar. Nunca tuve la obsesión que tienen algunas personas por ser famosas o llegar hasta aquí. Yo ya había nacido aquí.
Paul Newman interpretaría a Sundance Kid y quería a Jack Lemmon para hacer de Butch, pero éste no mostró interés alguno.
El estudio esperaba convencer a Marlon Brando, Warren Beatty o James Coburn, pero entonces el director George Roy Hill conoció a Redford y le gustó tanto que se lo presentó a Newman, a quien también le gustó lo suficiente como para intercambiarse los papeles y venderle la idea al estudio.
El resto -el imperecedero vínculo entre Redford y Newman; los 100 millones de dólares recaudados (más que lo que lograron en conjunto Midnight Cowboy y The Love Bug, las siguientes películas más taquilleras de aquel año) y, por encima de todo, su indeleble imagen de virilidad y elegancia- es historia de Hollywood.
«Nadie esperaba aquel éxito, y yo menos. Fue una experiencia maravillosa. Nos divertimos mucho. Paul y yo nos convertimos en buenos amigos, pero cuando vi el montaje inicial de inmediato dije: ¿Qué demonios hace esa canción ahí? ¿Raindrops? Si ni siquiera está lloviendo…»
«Fue un cambio enorme en mi vida. Literalmente, de la noche a la mañana no volví a tener intimidad. La gente reaccionaba conmigo de formas que jamás habría imaginado».
«Al principio me gustó, me sentía muy halagado. Pero ese sentimiento pronto se evaporó al ser consciente de que había perdido mi privacidad. Había perdido la ocasión de tener una vida que me perteneciera por completo«.
Relacionado: «Víctor Trujillo, el hombre detrás del payaso»
TODO LO LLEVÓ A SER UN EMPRESARIO DEL CINE
No hay ningún indicio de dramatismo en su voz, y mucho menos de autocompasión. Estamos en su oficina de Santa Mónica y los papeles se amontonan encima de su mesa, sobre todo los referidos al Festival de Sundance.
Las paredes de la sala de recepción están llenas de pósters de sus películas y es una imagen que dibuja su trayectoria como estrella de cine.
«En Sundance estoy en las montañas. Monto a caballo durante tres, cuatro horas. Algunas veces hasta cinco. Y me pierdo. Pero en ocasiones debo estar al pie del cañón. Tengo esta oficina porque tengo que tenerla».
«Vengo aquí porque tengo que hacerlo». ¿Con qué frecuencia? «Menos de lo que debería. Nunca estoy más de dos o tres días seguidos. Me irrita el tráfico, las autopistas, el crecimiento urbano sin control… Hubo un tiempo en que ésta fue una ciudad bonita, pero ya no lo será nunca más«.
Jeans y camisa vaquera. «Bob Redford», se presenta tan pronto entro en su oficina. Cuando le agradezco que me permita robarle algo de su tiempo para esta entrevista, me contesta: «No seas tonto». Al usar la palabra «legado» en referencia a su carrera, sacude la cabeza incómodo y exclama: «¡No, por Dios, no sigas!»
Relacionado: «Woody Harrelson, la entrevista con Esquire»

¿QUIENES ERAN BUTCH Y «SUNDANCE KID»?
Más de cuarenta años después, para un hombre como yo, que llegó a la mayoría de edad cuando se estrenó Butch Cassidy and the Sundance Kid, esa misma pregunta se le puede hacer a Redford y Newman.
A los hombres nos encantó aquella película (y a las mujeres incluso más). ¿Quién en su sano juicio prefiere a Ratso Rizzo y Joe Buck en Midnight Cowboy? ¿Quién, salvo un adolescente desgarrado por la cólera y las hormonas, puede encontrar una pizca de honestidad en la apologética inadapatación de Easy Rider?
La bendición de Butch Cassidy and the Sundance Kid vino de una maldición: Pauline Kael, la crítica cinematográfica más influyente en la historia de Estados Unidos. Por aquel entonces, Kael escribía en The New Yorker y su crítica sobre la película se titulaba así: «El fondo del abismo».
No fue la única a quien no le gustó la cinta, pero Kael escribió de una manera tremendamente despectiva sobre Redford:
Es agradable y puede actuar, pero desde luego será una broma si alcanza el estrellato por un papel en el que no actúa.
La broma creció de forma aún más amarga: cuando se estrenó Jeremiah Johnson en 1972, lo comparó con Lassie, y no en el buen sentido.
Todo esto, sin embargo, no fue nada comparado con su devastador comentario sobre The Sting, la reunión varios años después de Redford, Newman y Roy Hill: «Me gustaría mucho más ver una película sobre dos hombres homosexuales enamorados que ver a estos dos actores, adorables como dos marimachos sonrientes y que fingen estar enamorados mientras todo a su alrededor es inocencia«.
Relacionado: «Enrique Burak, la voz de la NFL»
CUANDO CONOCIÓ A PAULINE KAEL
A pesar de su talento y perspicacia, Kael engendró varias docenas de críticos cuya visión de una película consistía básicamente en burlarse de ella si tenía un gran éxito comercial y lamentar el gusto del público por dichos productos.
Redford comprendió mejor aquella naturaleza profundamente vitriólica de Kael cuando la conoció en persona en los setenta.
«Estaba en un restaurante de Santa Mónica con mi mujer y algunos amigos cuando se acercó un mesero y me dijo: Señor Redford, el señor Newman está en la sala de al lado. Por aquel entonces, Paul y yo estábamos siempre bromeando el uno con el otro. Así que dije: Dígale que estoy ocupado«.
La razón por la que un crítico cruza la línea, quieren que les pertenezcas.
Acabamos la comida y cuando ya estábamos saliendo, esta mujer vino corriendo y me embistió. Me tomó de ambas manos y me dijo: Soy Pauline Kael. Usted debe de odiarme, pero tiene que comprender algo: Me ha defraudado. Creí que era una broma.
Lo primero que pensé fue que Newman había contratado a alguien para que se hiciera pasar por Pauline Kael. Pero entonces ella repitió: Me ha defraudado. Y eso me confundió. Me dijo: Estoy aquí por los estúpidos Premios de la Academia… Si quiere hablar, estaré encantada de que nos veamos. Estaba tan impactado que respondí: La llamaré.
Y entonces me quedó claro: ésa es la razón por la que un crítico cruza la línea, quieren que les pertenezcas. Quieren dictarte el camino a seguir. La llamé y me dijo: «¿Vendrá a mi casa a tomar un trago? Respondí: No creo que sea apropiado. Y entonces se enojó de verdad. Todo lo que hice a partir de entonces era una mierda para ella«.
Kael, sobre la que Woody Allen dijo una vez: «Tiene todo lo que necesita un crítico, salvo buen juicio», murió en 2001. George Roy Hill falleció en 2002.
Redford perdió a Newman en 2008, cuatro meses después de la muerte de Sydney Pollack, amigo íntimo durante casi 50 años que también dirigió a Redford en siete películas. «Vamos todos de cabeza hacia la misma estación», reconoce Redford.
¿Todavía eres un fanático de los Porsche?, le pregunto. «¡Claro!». ¿Y todavía te gusta correr? «Digamos que me gusta ir rápido, moverme. Me pongo nervioso si no me muevo».
Ahora se está moviendo. Su película, The Company You Keep, está dirigida y protagonizada por él. También será el único protagonista de la llamativa All Is Lost, escrita y dirigida por J. C. Chandor, responsable de aquella pequeña obra maestra llamada Margin Call.
Sin diálogos, sin otros actores y, hasta donde sé, sin caballos. Sólo Redford perdido en el mar y luchando por sobrevivir.
Relacionado: «La trayectoria de Mikel Alonso a través de su historia»

EL FESTIVAL DE CINE CREADO A MEMORIA DE SUNDACE KID
El festival se desarrolla en Park City, 60 kilómetros más al norte, una población turística situada a las faldas del Monte Timpanogos que se llena de esquiadores los sábados. Su oficina es de un solo piso y está decorada en el exterior con estalactitas de hielo. Un muy lejano recuerdo de lo que es Santa Mónica.
Redford tiene casas en Napa Valley y Santa Fe, pero es aquí donde, hace ya mucho tiempo, se enamoró del Timpanogos.
«Antes de que me echaran a patadas de la universidad, solía conducir desde Colorado hasta casa, en Los Ángeles, y siempre me gustaba tomar diferentes rutas. Había un camino que iba por un cañón, una especie de atajo.
Miré hacia arriba y dije: «¡Wow! Vi esa imponente montaña, que me recordó al Jungfrau de Suiza. Su fuerza es muy masculina pero siempre te abraza con delicadeza«, asegura.
«Y así es como empezó todo. Compré una hectárea en 1961 y construí una cabaña en 1963. Una parte de mí estaba buscando un lugar donde pudiera sentirme como en casa. Ahora sí es mi auténtica casa«.
Fue el típico amor enloquecido. Primero estás maravillado por poseer una parte, pero tarde o temprano eres incapaz de vivir sin poseer el conjunto entero.
En cuanto tenía unos cuantos dólares ahorrados, compraba más terreno alrededor de mi propiedad para protegerla. Luego, a finales de los 60, la ley de impuestos cambió.
«El oeste se abrió de par en par, como una especie de reedición de la fiebre del oro. Podía oler a los cazadores viniendo al bosque… Así que hice un trato con un pastor de ovejas». ¿Un pastor de ovejas?
«Sí. Los únicos propietarios antes de que yo llegara fueron la familia Stewart, que cultivaban y pastoreaban estas tierras. Eran propietarios de unas mil 200 hectáreas. Fui a verlos y les dije: «Quiero comprar esto. Y les prometo que protegeré este territorio. Les daré doce hectáreas que mantendrán a su disposición, pero quiero que me lo vendan absolutamente todo».
Relacionado: «Jim Parsons, más allá de The Big Bang Theory»
LA COMPRA QUE SE CONVIRTIÓ EN UN FESTIVAL
Era 1968, antes de Butch Cassidy and the Sundance Kid. Redford tuvo que pedir prestado el dinero y encontrar algunos inversionistas para poder cerrar el trato.
«Era un ingenuo. Tenía 30 años y ni puta idea sobre los negocios. Aquí no había nada, salvo un par de negocios que incluían un diminuto restaurante llamado Ki-Te-Kai. Tenía socios en aquella época que me ayudarían a desarrollar Sundance para poder sacar beneficios de todo aquello».
Yo sólo quería protegerlo, y ellos pensaban que era una idea absurda. Me apoyaron al principio, seguros de que más adelante podrían convencerme para desarrollar un negocio inmobiliario. Me dijeron que podría sacar hasta quince millones. Pero cuando se dieron cuenta de que mí idea iba en serio, se asustaron.
Así que me quedé con toda la carga en 1970. Entonces me di cuenta de que, en efecto, no iba a sacar beneficios, por lo que tenía que hacer algo. Construí un restaurante con otros dos tipos por 19 mil dólares. Me encargué personalmente de picar piedra y la pasé muy bien«.
Se divirtió bastante menos luchando contra un consorcio de compañías que pretendían construir una central de carbón al sur de Utah, en las montañas de Kaiparowits que forman parte de un monumento nacional.
Redford se unió a la batalla en 1975, plenamente consciente de que los habitantes de Utah apoyaban la construcción de dicha planta seducidos por la promesa de trabajo que les ofrecían las compañías. «Pensé que la única forma de que me hicieran caso era en la tele, en el programa 60 minutos«.
El programa hizo que se recibieran seis mil cartas y «hubo gente que incluso envió dinero«, recuerda Redford. Después de aquello, las compañías abandonaron el proyecto. «Me lapidaron. Hubo amenazas para mí, para mi familia. Era el malo«.
No se lo menciono, pero uno de los tipos que trabaja en el estacionamiento del complejo todavía no lo ha perdonado. No por lo de Kaiparowits, sino por las 50 mil personas que acuden cada año al festival y rompen durante unos días su apacible rutina.
El propio Redford se muestra asombrado, y hasta desconcertado, al respecto. «Nunca imaginé que alcanzaría este tamaño ni que me quitaría tanto tiempo«.
Relacionado: «Esto es lo que reveló Joaquín Phoenix a Esquire»
LOS INICIOS DEL FESTIVAL
Todo comenzó con el primer trabajo de Redford como director, Ordinary People, en 1980. Compró los derechos de la novela, buscó un estudio interesado en producir la película y obtuvo luz verde de Barry Diller, presidente de Paramount. «Me fui a Lake Forest, en el norte de Chicago, e hice la película. Nadie me molestó».
Con un presupuesto de tan sólo seis millones de dólares, la película recaudó 55 y ganó cuatro premios Oscar, incluyendo Mejor Película y Mejor Director.
Si te llevas algo de la tierra, tienes que poner otra cosa en su lugar
«Tras ese éxito, decidí tomarme un año sabático para volver a empezar desde cero. Como dice una de las leyes de los nativos americanos: Si te llevas algo de la tierra, tienes que poner otra cosa en su lugar. Así que pensé en lo que podía hacer por los demás«.
En aquella época, el dinero de Hollywood comenzaba a centrarse casi exclusivamente en grandes presupuestos y producciones, «y eso no me interesaba. Ya no sería el lugar donde hacer pequeños proyectos. Y me dije: «creemos un lugar donde podamos dar cobijo a nuevos artistas independientes que tienen talento pero necesitan ayuda. Así fue como empezó todo».
No siempre fue un festival. Al principio fue el Instituto Sundance, que Redford puso en marcha con 25 mil dólares procedentes de la Fundación Nacional de las Artes y otros 50 mil de su bolsillo.
«Contacté a algunos colegas y les dije: ¿Estarían dispuestos a prestar su tiempo para ayudar a nuevos creadores? Y lo estaban». Pasados unos años, ya habían logrado que algunos de aquellos jóvenes realizaran sus propias películas.
«Eso nos llevó a contemplar la idea de realizar un festival, un lugar en el que mostraran y compartieran su trabajo y sus ideas. Y, si teníamos suerte, a lo mejor hasta venía alguien«.
Algunos de los hits de Sundance, como Sex, Lies and Videotape, Reservoir Dogs o Clerks, fueron clave para definir el cine independiente como un género en sí mismo, ofreciendo de ese modo una interesante alternativa al sistema establecido en Hollywood.
Relacionado: «Hitler Mi Padre, la historia que revive el nazismo en México»

LA EDAD ADULTA ES UNA BENDICIÓN
La edad madura confiere la bendición: libertad respecto a la maldición de la belleza. Cada una de ellas muestra su cara, magullada, maltratada. Todas ellas han sido tomadas durante el rodaje de All Is Lost.
«Es una cuestión de ego. Solía gustarme hacer todas mis escenas, y pensaba que a mi edad todavía sería capaz de hacerlas. El director dijo: No, no. Sólo te quiero en los planos cortos. Tenemos dos dobles. Acepté, pero cuando llegamos ahí, pensé: ¿Sí puedo?».
La gente que se retira y se queda quieta, se muere. Mi padre se retiró y murió joven. Sólo hay que moverse.
Cuando comenzamos a grabar mis escenas, el director se emocionó y pronto me enteré de que los dos dobles se habían marchado del rodaje y yo tenía un montón de mierda golpeándome por todos lados».
¿Todavía te gusta actuar? «Sí, sí, sí», asegura ansioso. «Aunque creo que mucha gente piensa que ya no lo hago«. Quizá se ha tomado demasiado tiempo libre. «Bueno, he hecho otras cosas.
No he estado ocioso, sino ocupado en Sundance. Son muchas manos que saludar y muchos patrocinadores con los que hablar. No es que me sienta muy cómodo haciendo todo eso… Me aleja de lo que realmente me gusta: hacer películas, ahí es donde quiero estar ahora».
Recuerdo aquella frase de Butch Cassidy and the Sundance Kid: «¿Todavía puedo moverme? Es mejor cuando puedo moverme». Ése es él. «La manera de combatir la artritis es moviéndote. Mientras pueda jugar tenis, esquiar o montar a caballo, voy a hacerlo».
«La gente que se retira y se queda quieta, se muere. Mi padre se retiró y murió joven. Sólo hay que moverse».
TAMBIÉN PUEDES LEER:
- Alemania 1942, el mundial que Hitler perdió
- Recordando a Elizabeth Taylor, la gran musa de Hollywood
- La vida de Jackie Kennedy a través de sus frases
- Robert Redford no se retira por completo
- El mágico poder de las celebridades
- La leyenda de Mary Taylor Moore
- El año que Redford recibió la medalla de la libertad